Muchas veces miramos a los filósofos como personajes serios, excesivamente intelectuales y distantes de la vida cotidiana del resto de los mortales. Pero no ha sido así. Todos estos hombres y mujeres que se han dedicado a la aventura del pensamiento fueron personas con una cara humana que en este blog queremos ofrecer. Hoy le toca el turno a Diógenes de Sinope.
Diógenes de Sinope nació en Sinope, una colonia jonia del mar Negro hacia el año 412 a. C.
y falleció en Corinto en el año 323 a. C. De él no tenemos un solo documento
escrito, pero sabemos quién fue, qué hizo y qué dijo gracias a la extensa
sección que su tocayo Diógenes Laercio le dedicó en su obra “Vidas, opiniones y
sentencias de los filósofos más ilustres”. Allí podemos encontrar las anécdotas
más ilustres y llamativas de nuestro protagonista.
De
Diógenes sabemos que fue un filósofo griego perteneciente a la escuela Cínica y
uno de los más destacados de ella. De ahí, que también se le conozca como
Diógenes el Cínico. Recordad que los cínicos tomaron como modelo a la
naturaleza y a los animales como ejemplos de autosuficiencia. De este modo,
propusieron una forma de comportamiento ético basado en la autarquía para alcanzar
la felicidad, a pesar de que sólo era posible por medio de una vida
disciplinada tanto en lo físico como en lo mental. Por tanto, el cinismo
podemos calificarlo como una forma de vida, pero también como una forma de
pensar y de expresarse. De hecho, mucho de los cínicos son conocidos, en gran
parte, por sus sentencias sátiras y burlonas, así como por sus anécdotas no
exentas de escándalo y provocación.
Para
el caso del “Sócrates delirante” -como le llamaba Platón- tenemos que
imaginarnos a un hombre que caminaba descalzo durante el año, dormía en los
pórticos de los templos cubierto tan sólo de su manto y vivía bajo una tinaja
de vino. Sus únicas posesiones fueron un bastón, su manto y su zurrón en el que
llevaba una escudilla y un cuenco para comer y beber.
Sobre
sus frases y sentencias más conocidas podemos destacar algunas. En una ocasión
se cuenta de Diógenes que cuando llegó a Atenas intentó por todos los medios
ser discípulo de Antístenes quien a su vez fue pupilo de Sócrates. Sin embargo,
fue rechazado por este ya que no admitía más discípulos. Ante la pesadez de
Diógenes por convertirse en alumno suyo Antístenes le amenazó con un bastón,
pero este le dijo: “No hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de
ti, mientras piense que tengas algo que decir”.
En
otro momento se cuenta que cuando Diógenes fue puesto a la venta como esclavo,
le preguntaron qué era lo que sabía hacer. Él contestó con naturalidad: “Mandar,
comprueba si alguien quiere comprar un amo”.
En
una ocasión le invitaron a una lujosa mansión. Al entrar el dueño le advirtió
que no debía escupir en el suelo. Acto seguido hizo algunas gárgaras y le
escupe en la cara añadiendo: “No había encontrado otro sitio más sucio”.
Según
otra leyenda, de Diógenes se dice que iba en pleno día por la calle con una
lámpara encendida y gritaba: “Busco un hombre”. De este modo, se refería
a que en realidad ninguno nos comportamos enteramente como seres humanos.
Se
cuenta que, en otro momento, le preguntaron por qué la gente daba limosna a los
pobres y no a los filósofos. A ello Diógenes respondió: “Porque piensan que
pueden llegar a ser pobres, pero nunca a ser filósofos”.
Sobre las anécdotas habría una que subrayar. Me refiero al famoso encuentro con Alejandro Magno cuando este se dirigía a la India. Se cuenta que era una mañana de invierno, soplaba el viento y Diógenes se encontraba descansando en la orilla de un río desnudo y tomando el sol. Alejandro se quedó maravillado de la belleza del filósofo y le dijo: “Señor…” -jamás había llamado señor a nadie en su vida- “…señor, me ha impresionado inmensamente. Me gustaría hacer algo por usted. ¿Hay algo que pueda hacer?”. Diógenes le dijo: “Muévete un poco hacia un lado porque me estás tapando el sol, esto es todo. No necesito nada más”. Alejandro le contestó: “Si tengo una nueva oportunidad de regresar a la tierra, le pediré a Dios que no me convierta en Alejandro de nuevo, sino que me convierta en Diógenes”. Este se echó a reír y le contestó: “¿Quién te impide serlo ahora? ¿Adónde vas? Durante meses he visto pasar ejércitos. ¿A dónde van y para qué?” Alejandro le dijo: “Voy a la India a conquistar el mundo entero”. Le preguntó Diógenes: “Y, ¿después qué vas a hacer?”. Dijo Alejandro: “Después voy a descansar”. Diógenes se echó a reír nuevamente y le dijo: “Estás loco. Yo estoy descansando ahora. No he conquistado el mundo y no veo qué necesidad hay de hacerlo. Si al final quieres descansar y relajarte, ¿por qué no lo haces ahora? Y te digo: si no descansas ahora, nunca lo harás. Morirás. Todo el mundo se muere en medio del camino, en medio del viaje”. Alejandro se lo agradeció y le contestó que lo recordaría, pero que ahora no podía detenerse. Y así fue como Alejando cumplió su destino de conquistador, pero no le dio tiempo a descansar antes de morir.
Sobre
su muerte se cuentan múltiples leyendas extravagantes propias de este
personaje. Por ejemplo, muchas versiones cuentan que falleció por culpa de un
cólico provocado por haberse comido un pulpo vivo. No obstante, otras fuentes
proponen que murió por haberse caído de un caballo, o también por haberle mordido
uno de sus perros el tendón después de intentar repartir el pulpo. También hay otra
versión que describe que murió por su propia voluntad. Es decir, reteniendo la respiración,
aunque se cuenta que fue algo anecdótico, ya que es imposible morirse por esa
causa de manera voluntaria. Y por último, se cuenta que sus últimas palabras
fueron las siguientes: “Cuando me muera, echadme a los perros. Ya estoy
acostumbrado”.
Sea
como sea, la tradición y la leyenda le atribuyen a Diógenes como un hombre
sabio con una audacia destacable y con una envidiable independencia ante los
señores y el convencionalismo social. No obstante, es poco probable todo lo que
se cuenta del mismo ya que esta imagen grotesca y pintoresca de cínico puro no
creo que se corresponda con la realidad. Pero ahí quedan para nuestro
chisme del mes.
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